26/6/11

¿SOLUCIONES A LA CRISIS?

Pedro Montes
Miembro de la Coordinadora Federal de Socialismo 21

Opiniones sobre la situación y el futuro de la economía española hay bastantes. Datos que den cuenta de la realidad y por tanto los condicionantes de ese futuro faltan. He aquí algunos que considero cruciales, expuestos con sencillez.

Antes de aparecer el euro, al final de 1998, los residentes españoles “debían” al resto del mundo, o expresado de otro modo, los extranjeros tenían sobre los españoles unos derechos económicos por valor de 540.000 millones de euros. Se podría decir que era la deuda histórica española.

En el transcurso de los 12 años siguientes, con el euro ya vigente, esa cifra, los pasivos exteriores de la economía española, se incrementó en 748.000 millones de euros, como resultado de los déficits que se fueron registrando cada año de la balanza de pagos por cuenta corriente.

Esto es, se ingresaron por las exportaciones de bienes y servicios, las rentas de inversión y las transferencias menos, en esta última cantidad, que los pagos originados por la importación de bienes y servicios, las rentas de inversión y las transferencias.

Adicionalmente, a lo largo de la década de los 90, atrapados en una euforia disparatada, con un país como drogado y en una borrachera continua, los españoles, administraciones públicas, bancos y cajas de ahorro, empresas y particulares, contrajeron pasivos por otros 995.000 millones de euros, y con ellos se adquirieron derechos en el extranjero por esa magnitud.

Así pues, si se suman las tres cantidades indicadas, los pasivos antes del euro, los pasivos para financiar el déficit de la balanza de pagos y los pasivos con los que se han financiado inversiones en el exterior, fundamentalmente por las grandes empresas españolas pero no cabe excluir que parte se encuentre en los paraísos fiscales, resulta que los pasivos exteriores de la economía española frente al exterior al finalizar el año 2010 se elevaban a 2.283.000 millones de euros.

O sea, 2,28 billones de euros, más de cuatro veces los pasivos antes de implantarse el euro y el equivalente a 215% del PIB en 2010.

Como la balanza de pagos sigue siendo deficitaria a pesar de la depresión económica de los últimos dos años, esa cifra ha seguido en aumento y lo continuará siendo por dos motivos poco discutibles: porque es imposible acabar con el déficit, pues la economía española no tiene competitividad suficiente para lograr un superávit, y porque los pasivos exteriores constituyen ya un pesado fardo de intereses y otras rentas que dejan sentir su carga en la propia balanza de pagos, tanto más cuanto que dadas las justificadas dudas sobre la capacidad de pago de la economía española los intereses a pagar, eso que se llama la prima de riesgo, tenderá inexorablemente a crecer.

Insisto sobre estos hechos. El mencionado déficit de la balanza por cuenta corriente fue equivalente al 9,6% del PIB en el año 2008. La crisis, con sus terribles secuelas en términos de destrucción de empleo y aumento del paro, redujo ese déficit al 5,5% del PIB en el año 2009 y al 4,8% del PIB en el 2010, porcentajes nada desdeñables.

En el primer trimestre de este año, el 2011, el déficit es de 17.000 millones de euros, ligeramente más elevado que en el mismo periodo del año anterior. En el año 2010 los la partida de pagos por rentas de inversión se elevó a 63.000 millones de euros (los ingresos por el mismo concepto fueron de 41.000), resultando un saldo negativo, pues, de 22.000 millones de euros.

Con estas cifras como telón de fondo, o como realidad económica insoslayable, cabe preguntarse qué soluciones proponer a la crisis, aclarando que no todos los pasivos exteriores son exigibles en el mismo grado, ni tienen la misma volatilidad ni los que tienen plazo de vencimiento coinciden en sus fechas.

Solo que, la cifra es tan enorme, hay tantos agentes afectados y los compromisos pendientes determinan en el tiempo una senda tan exigente y difícil de cumplir que los riesgos de que algún eslabón de la cadena se rompa en cualquier momento son muy altos, y con ello se dispare la especulación y una alarma general.

Cabría hablar de la alternativa ingenua: la que pretende institucionalizar a escala europea el “Pacto del euro”. O calificada con más precisión, la alternativa perversa: aquella sostenida por el PP y el PSOE, que propugnan ajustes salariales, austeridad en el gasto público, revisión de prestaciones, adelgazamiento del estado del bienestar, esfuerzo fiscal, más flexibilidad de la economía etc.

En fin, todas las medidas regresivas que con expresiones más o menos edulcoradas se utilizan para defender, en última instancia, que con más neoliberalismo se resolverá la crisis gestada por el propio neoliberalismo, después de tres décadas de la exaltación del mercado, la desregulación financiera, la libertad absoluta de los movimientos de capital y el euro como clave de bóveda del orden instituido.

Compárense las cifras comentadas, en una magnitud que se pueden expresar en billones de euros, con los supuestos logros o “ahorros” que se conseguirán con determinadas medidas del ajuste, como por ejemplo la reducción del déficit público por la bajada del sueldo de los funcionarios, o lo la congelación de las pensiones, o los recortes presupuestarios de todo tipo, que apenas suman unos miles de millones de euros, y se llegará a la conclusión que si la economía española está hundida en un pozo profundo los esfuerzos por salir de él son inútiles, cuando no contraproducentes.

Por esa vía no hay solución: supone optar por un país que se deslice al abismo, que retroceda en todos los sentidos, que se encuentre cada vez más inerme, degradado y pobre. Supone optar, en fin, por asegurar una crisis social dramática y tenebrosa.

Otra opción en apariencia más optimista, que sostiene gente que se cree más perspicaz, es la que da por hecho que la economía española tendrá que ser rescatada en algún momento, como se ha hecho con la economía griega o se hará con Portugal.

Reconocen que el caso español es más grave aunque sólo sea por las cantidades comprometidas, pero ello lo entienden como una ventaja pues la quiebra de la economía española tendría efectos inasumibles por el resto de los países del euro.

Demasiado grande para dejarla hundir, dicen, pero es lo mismo, al margen de especulaciones, el llamado rescate no sería tal, sino un intento de postergar la declaración de quiebra sin dar solución al problema de la crisis, pues la deuda externa no desaparece, y seguiría pesando sobre la economía española tanto o más que ahora, por los tipos de interés onerosos que suelen cargar las instituciones internacionales cuando pretenden “salvarte”.

La deuda podría reestructurarse, prolongarse los plazos de amortización, pero más que de un rescate habría que hablar de quedar prisioneros indefinidamente, como es el caso de Grecia que ya necesita ser rescatada de nuevo, bajo la tutela o soberanía de esas instituciones.

Esta opción se complementa con la del ajuste, pues el supuesto rescate estará condicionado a imponer una política rigurosa de austeridad, como nuevamente en el caso de Grecia, pero como se ha dicho antes ello no resuelve el problema de fondo: la enorme deuda impagable existente.

Después de todo, los defensores del ajuste pretenden ingenuamente evitar el rescate adelantándose a las exigencias de Los organismos internacionales. Implican la misma política y parecidas consecuencias.

La tercera alternativa no se puede considerar como de solución a la crisis, sino la que prevé acontecimientos traumáticos cuyo desenlace es imposible anticipar y cuyos efectos son imposibles de vaticinar. Solo sostiene, por decirlo de un modo periodístico, que lo peor de la crisis está por llegar.

En consecuencia, si la economía española está condenada por lo ocurrido ya en el pasado y no hay política posible para resolver sus problemas, cabe la pregunta: ¿no valdría más romper los compromisos a que nos ha conducido el neoliberalismo y recuperar todas las herramientas para disponer del destino económico y social del país en el futuro con plena soberanía, sin perjuicio de los años extraordinariamente complejos que hay por delante?

No hay comentarios: