1/9/21

Teoría Monetaria Marxista y Monedas Paralelas. Una perspectiva desde la crítica de la economía política tras la experiencia griega

 

El pasado 27 de Agosto, introdujimos el debate sobre teoría monetaria previsto para el taller que había programado la XI Universidad de Verano de Anticapitalistas. Aquí se puede seguir el programa de la Universidad que incluye el taller . En lo que sigue está la intervención escrita, más desarrollada de lo que se compartió en el taller "Dinero y modo de producción capitalista: contrastando la teoría monetaria moderna (MMT) y la teoría del dinero de Marx", que también puede seguirse en audio, incluyendo mi intervención.

Daniel Albarracín. 23/08/2021

Tras la magnífica exposición que hemos escuchado, que refleja con sistematicidad las bases de la interpretación marxista de la cuestión monetaria y que pone los puntos sobre las íes sobre los problemas de la Teoría Monetaria Moderna, parece que nos toca contribuir, a partir de este marco de referencia, con algunas reflexiones y consideraciones teóricas, teniendo en cuenta las nuevas expresiones del dinero que hoy están funcionando. Para ello, seguiremos esa consigna, que a nosotros nos parece tan valiosa, que consiste en reflexionar sobre la experiencia y teorizar para la práctica.

En este sentido, el propósito de esta intervención persigue sacar conclusiones, fruto de la experiencia, sobre los problemas y desafíos que las sociedades periféricas y sin soberanía monetaria tienen ante sí. En particular, los retos para países como los nuestros, partiendo de lo vivido en Grecia en 2015 como referencia, que volverán a plantearse si algún día vuelve a ponerse sobre el tapete el intento de abrir veredas para una política económica emancipatoria.


Como decimos, la experiencia griega, con el gobierno de Tsipras, supone una fuente de experiencias y lecciones, sobre las que se han sacado pocas conclusiones. El trauma ha causado un síndrome depresivo que, desde entonces, ha estrechado el imaginario de cambio tras la embestida de la Troika, y la rendición y fracaso del gobierno de Tsipras, con la infame comprensión de las fuerzas políticas españolas de la pasividad y resignación del ejecutivo griego.

En este contexto, el objeto de esta aportación es doble: actualizar la teoría marxista para las novedades del presente, y ensayar alguna línea de solución que pudiera abordarse si se reprodujese más adelante un contexto semejante en otro país periférico dependiente de una moneda sobre la que no tiene soberanía.

Como sabemos, el marco de la Eurozona cuenta con una arquitectura económica e institucional que, al no establecer fórmulas de convergencia real, compensación de desequilibrios exteriores que no sean los del ajuste neoliberal permanente, la devaluación salarial, y la socialización de las deudas del gran capital privado, hace de la moneda única una camisa de fuerza, abrochada con especial ahínco por el Banco Central Europeo.

Este corsé fue, como bien sabemos, especialmente asfixiante en el caso griego, en el que no hubo problema alguno en retirar la financiación que daría liquidez al gobierno griego en momentos críticos, al mismo tiempo que se desarrollaba a escala europea una política monetaria ultraexpansiva para tapar los agujeros del gran capital privado.

Aunque la política monetaria es frecuente tema de discusión en la prensa sigue siendo un asunto de escasa comprensión entre el público y está afectado por un debate pobre en la izquierda política.

La cuestión del dinero y la moneda sigue siendo una gran desconocida, y en ese caldo de cultivo, la fascinación ante nuevos planteamientos, por muy arriesgados que sean, más aún si cuentan con algún atractivo y aspecto parcial de interés, se abre paso con facilidad, como está posiblemente sucediendo ahora con la Teoría Monetaria Moderna. Se trata de una teoría que pone en solfa la vieja fe de la teoría monetarista, que ofrece soluciones aparentemente sencillas, algunas que podrían ser ocasionalmente útiles, pero que podrían ofrecernos falsas salidas al partir de algunos presupuestos sesgados, invertidos o incompletos, como ya se ha expuesto hace un momento.

Lo que sí podemos constatar es que la izquierda transformadora en Grecia careció no solo de arrojo, sino sobre todo de orientación teórica adecuada, lo que dejó al desnudo su debilidad para los momentos clave, empujándola a la indecisión y la inoperancia prácticas, y su consiguiente fracaso.

Desde nuestro punto de vista, las discusiones dadas hasta ahora han dado pie a soluciones muy esquemáticas, que por extremos no atienden a la raíz de ciertos problemas prácticos ni tienen presente el curso de los tiempos políticos cuando un posible cambio cualitativo se presenta de manera real.

Por un lado, estarían aquellos que siguen, instando a situaciones hipotéticas improbables, como, por ejemplo, una reforma sustancial de la arquitectura económica e institucional de la Unión Europea, o, cuanto menos, al Banco Central Europeo. Por otro, aquellos que apelan a un divorcio del Euro y la emisión de una nueva moneda que, pareciera, bastaría para retomar la perdida y tan anhelada soberanía.

La primera solución cuenta con la ensoñación de que puede haber una reforma política y económica bajo los Tratados Europeos, ideados para el blindaje de sus fundamentos neoliberales. La segunda, con una solución de salida a modo de refugio en el Estado Nación. Ambas operan en la más estricta abstracción atemporal, con numerosos ángulos ciegos y asuntos sin abordar.

Lo primero que tenemos que tener en cuenta es que la realidad política cobra lugar en la historia y en contextos no elegidos sin a veces poder escoger soluciones ideales, sino que exigen respuestas en un vaivén de tensiones de acciones y reacciones.

 

Metamorfosis del Dinero y de los sistemas de pago

Hoy vamos a dejar aparte los debates sobre la arquitectura económica europea, o las diferencias tácticas de los grandes bancos centrales en materia de gestión de la política monetaria, que merecerían sesiones específicas, y nos centraremos en la cuestión del dinero y sus implicaciones sobre la moneda. De hecho, se nos antoja harto complicado poder dar respuestas oportunas sin dar cuenta de las mutaciones que las formas de dinero y sistemas de pago están presenciando, y que también requieren alguna reflexión que se suele pasar por alto.

Como bien es sabido, desde 1971, después de que Nixon declarase la inconvertibilidad del dólar en oro, el patrón oro dejó de regir. Desde entonces, la emisión de la moneda y sus diferentes expresiones no cuenta con el respaldo de esta dúctil y valiosa mercancía, el oro. En cambio, el dinero FIAT, las monedas fiduciarias, son la norma. Circulan normalmente contando solamente con el respaldo del Estado, a su vez sustentado en la fortaleza competitiva y geoestratégica de la economía donde esta moneda se intercambia, base de la confianza real en la que se apoyan. Con todo, las monedas fiduciarias, emitidas por los bancos centrales, no suponen la fuente de creación de dinero más importante, como ya se ha dicho. La fuente de creación de dinero principal se origina en la propia banca privada, en su operativa de generación de deuda, cada vez que presta y crea una cuenta corriente asociada a su pago regular.

Por otro lado, los sistemas de pago y de contabilidad se han complejizado, y los intercambios se realizan a través de nuevos vehículos asociados, desde cuentas corrientes, tarjetas de consumo o monedas digitales, que se añaden a las clásicas monedas y billetes, cayendo en desuso otras, como el cheque.

Tampoco es mi intención detenerme en estos vehículos del dinero. Sobre estos sólo merece la pena retener que influyen en la fluidez de las transacciones y esconden ventajas a quienes dominan estos vehículos como soporte, en ocasiones de manera especulativa, y que su diseño no es neutral ni a efectos fiscales, ni de seguridad ni energéticos, pues pueden ocultar la identidad de los titulares y las operativas en determinados pagos, y pueden suponer enormes consumos de energía como sucede con las criptomonedas, que no son objeto de la discusión de hoy.

Para no distraernos, fijaremos la atención en las dos formas de dinero más importantes, las monedas fiduciarias, emitidas por los bancos centrales, y el dinero crédito, creado por la banca privada, y que es el más relevante de los dos, que han desplazado históricamente al dinero mercancía soportado por el oro.

Es en este contexto, donde parece necesario registrar una innovación en la teoría sobre la moneda.

El neoliberalismo realmente existente ha ido abandonando sus tesis ortodoxas acerca del velo monetario, adoptando una perspectiva pragmática. Así, ha empleado la política monetaria para el propósito expreso de facilitar crédito al capital financiero privado, y cubrir los problemas de solvencia recurrentes del gran capital, habiendo operado con una política monetaria ultraexpansiva favorable al gran capital, aplazando recurrente la destrucción de capital sobrante, lo que ha causado un volumen de capital ficticio formidable que comporta una carga a futuro muy importante y que ha impedido la peligrosa deflación.

Las corrientes postkeynesianas, muy dispares, han centrado su atención sobre las finanzas. La Teoría Monetaria Moderna, una de ellas, es la expresión más extrema, dando primacía a la política monetaria y al Estado, conjugando algunas cuestiones razonables con otras sumamente abstractas, ilusorias, o con razonamientos que invierten la lógica causal real.

El resultado ha sido el abandono de la teoría del valor trabajo, y un pensamiento imbuido en el Estado-Nación sin integrar los problemas de la globalización capitalista y donde todo se resume en una serie de postulados idealistas alejados de la base material de la economía, como si el Estado y su voluntad estuviesen por encima de todo, de la competencia intercapitalista entre divisas, la tensión entre centros y periferias, y la propia economía de mercado y la marcha de la tasa de rentabilidad.

A su vez, el marxismo ha desarrollado de manera dispersa esta discusión. Todavía predomina una perspectiva basada en el dinero mercancía, ligada a su condición física y los costes de extracción del vehículo de cambio, sin terminar de superar la preconcepción ricardiana sobre este asunto.

Sin embargo, hay dos autores, que sí han realizado aportaciones sistemáticas y fundamentadas para dar cuenta del dinero fiduciario y del dinero crédito inconvertibles en oro, ni ninguna otra materia prima que haga de equivalente general en términos físicos. Uno, bastante conocido, es Costas. Lapavitsas. El otro, y en el que me gustaría centrarme, es el economista estadounidense Fred Moseley. Este me parece especialmente interesante porque actualiza la teoría del dinero marxista, sin caer en la perspectiva ricardiana del dinero mercancía físico, y lo hace tomando de referencia la teoría del valor trabajo, que es, en definitiva, la clave de bóveda de la crítica de la economía política que defendemos desde el marxismo.

 

La propuesta de Fred Moseley

Fred Moseley relaciona el valor de la moneda no con el coste de extracción o producción de la mercancía que hace de vehículo, y tampoco con ningún ejercicio arbitrario del Estado. Siguiendo el planteamiento de Marx vincula el valor de la moneda con los fundamentales de la formación socioeconómica en la que se inserta. Es decir, liga el valor de la moneda al valor de la producción de valor.

De una manera más sistemática, Moseley formaliza una teoría de la formación de los precios siempre regulada por la Expresión Monetaria del Tiempo de Trabajo (la MELT). La MELT (Expresión Monetaria del Tiempo de Trabajo) es equivalente a la cantidad del dinero en circulación (MP) multiplicada por la velocidad de las transacciones (V) dividida por la cantidad de tiempo de trabajo socialmente necesario incorporado a la producción (L).

MELT=MP*V/L

Moseley zanja cualquier confusión aparente entre la teoría monetaria marxista y la teoría cuantitativa del dinero neoclásica. Así, los precios no dependen de la cantidad de dinero emitida por el Estado, sino que la cantidad de dinero en circulación depende de la suma de los precios, que expresan la necesidad de circulación de la moneda, teniendo en cuenta la velocidad del dinero y el posible atesoramiento del periodo. Desde este punto de vista, será la dinámica capitalista, guiada por la rentabilidad y la lógica de la mercancía, y su dinámica endógena, la que regirá la cantidad de dinero que circule a efectos prácticos, y no el Estado ni su política monetaria.

P=MELT*L

Estas consideraciones las aplica para las nuevas formas de dinero, tanto el dinero fiduciario inconvertible como el dinero crediticio inconvertible.

En el caso del dinero fiduciario, que tiene un peso menor en la economía, y que sigue una lógica no del todo endógena al ser emitido por el Banco Central -dependiente del gasto público decidido por el sector público-,el valor del dinero fiduciario depende del papel moneda en circulación multiplicado por la velocidad del dinero y dividido por la cantidad de trabajo vivo empleado, teniendo en cuenta de manera adicional la transferencia de valor de los medios de producción consumidos en el periodo.

De manera equivalente, pero teniendo en cuenta que es creado por la banca privada en las operaciones de deuda, el valor del dinero crédito inconvertible, responde a la misma lógica. Ahora bien, su dinámica es ya endógena, y se liga al negocio de la banca privada, que presta, y con ello crea dinero, atenta a la acumulación de capital y la tasa de rentabilidad, la dinámica de crecimiento, los ciclos económicos y los tipos de interés.

Diríamos nosotros que esto tiene que ver con la competitividad de la economía en la que circula la moneda, su situación en la división internacional del trabajo y, si acaso, con una influencia más relativa, la política económica, y la regulación del sistema bancario y financiero. En este sentido, como se ha venido señalando, la dinámica de rentabilidad, producción y del trabajo, de mercado, de creación y transferencia de valor a la economía, son los aspectos sobre los que orbita el valor del dinero y la moneda, como expresión de la misma.

 Son algunos de estos aspectos sobre los que muestran más ángulos ciegos los autores de la Teoría Monetaria Moderna. Una teoría que parte de una perspectiva sólo pensable para un país central, imperialista, que cuenta con soberanía monetaria, especialmente alguna divisa que opere a modo de reserva internacional y, preferentemente, tenga capacidad de dominar áreas monetarias más amplias que su propio territorio.

 

Alcances y limitaciones de una moneda paralela.

Tras la anterior disertación teórica, que confirma que la teoría marxista puede dar cuenta de la problemática moderna del dinero sin abandonar la teoría del valor trabajo, quisiera volver a la cuestión política y situarnos en el contexto de Grecia en 2015.

Tras pocos meses de gobierno de Syriza, Tsipras ya había renunciado al programa de Salónica. Tsipras asumía las tesis de Varoufakis, que proponía una reestructuración de la deuda sin dejar de pagarla, sin soliviantar demasiado a las instituciones europeas. Al final la tesis inicial de “ningún sacrificio por el euro” se tornó en hacer lo que sea por permanecer en el euro.

En el primer semestre de 2015, la Comisión de la Verdad, coordinada por Eric Toussaint, sustentaba con sus informes de auditoría la impugnación de la deuda ilegítima acumulada por los poderes públicos griegos. Varoufakis no estaba dispuesto a esto, y el gobierno apenas lo tuvo en cuenta unas pocas semanas. Sin embargo, un miembro de su equipo, James Kenneth Galbraith, escuchó y tuvo en cuenta las sugerencias de Toussaint sobre la oportunidad de una moneda paralela. El equipo de Varoufakis estudió esta opción seriamente en las últimas semanas del mandato del ministro de Finanzas antes de su dimisión.

¿Hasta qué punto esta solución tenía fundamento y recorrido?

La previsión de la permanencia en el euro no era otro, para nosotros, que, bajo los Tratados en vigor, que el ajuste interno antisocial y la divergencia real con los países centrales, y una creciente dependencia y pérdida de soberanía económica.

La alternativa, la desvinculación del euro, supondría una serie de costes por la salida o expulsión, que podría ascender a un impacto de un 15% del PIB, y una devaluación fuerte y pérdida de capacidad de compra internacional de la economía griega, entre otros, ligados al aislamiento internacional.

Planteado así era todo un dilema trágico. Un dilema que, en términos generales, todas las opciones políticas habían presentado en un escenario abstracto sin ligar a situaciones prácticas, como la que vivió Grecia.

Al interno del equipo de Varoufakis se barajaron muchos elementos, algunos favorables y otros escépticos, en relación a la puesta en marcha de una moneda paralela. Trataremos a continuación de indagar sobre los alcances y limitaciones de esta medida, con el propósito de valorarla si se produjese una situación equivalente en el futuro.

La emisión de una moneda paralela tiene varias ventajas y potenciales como son los de, sin necesidad de abandonar la circulación del euro, facilitar las transacciones interiores y la liquidez de la economía local o regularizar la economía informal, brindando algún margen de maniobra al Estado en materia de soberanía económica y desarrollo endógeno. Otra ventaja es que puede servir de mecanismo preventivo o de mitigación ante la implantación de medidas agresivas por parte del BCE, tales y como pueden ser la retirada de la liquidez (programa ELA), de ayudas provenientes de los programas europeos o si se decide  la propia expulsión del Euro. Esto es, la moneda complementaria podría terminar siendo sustitutoria, haciendo menos dura y desordenada la transición a un escenario de recuperación de soberanía monetaria.

La moneda paralela podría conseguir su circulación, como sugeriría la propia Teoría Monetaria Moderna, exigiendo el cobro de impuestos en dicha moneda, haciendo pagos del sector público y la remuneración de los empleados públicos también en dicha moneda. Ahora bien, su aceptación pasaría por contar con una paridad de intercambio con el euro, más fuerte, lo que no impediría aplicar una paridad revisable dado el caso, y especialmente una política económica que reste poder al capital privado.

Los problemas de la medida no son sólo su insuficiencia o sus riesgos, sino también lo que no incluye, sin no hay un programa más ambicioso. En primer lugar, una mera sustitución de la moneda no resuelve el cambio de política económica, que requiere un paquete completo de cambio en materia fiscal, de transición ecológica, de inversiones y gasto público, así como de política monetaria favorable a las clases populares y lo común. Un cambio de moneda tampoco resuelve la imperiosa necesidad de ampliar una política solidaria, cooperativa abierta e internacionalista, para poder dar camino a una política socialista y democrática plena, y tampoco podrá evitar, probablemente, un primer periodo de empobrecimiento y devaluaciones, que debe ser compensado con políticas fiscales justas -entre otras un impuesto a las exportaciones-, medidas redistributivas, socialización de medios económicas estratégicos e inversiones socioecológicas, que protejan a la mayoría social trabajadora, y que hiciese pagar el coste a las clases dominantes.

CONCLUSIONES

Una lección a sacar es que, si seguimos las conclusiones de Moseley, la política monetaria es la que debe ajustarse a las capacidades y necesidades económicas del país, y no al revés, y que una sucesión de devaluaciones o una tentación al refugio nacional arrinconarían una salida beneficiosa para las mayorías. Desde este punto de vista, una aproximación marxista a la cuestión nos debe vacunar de cualquier tentación fetichista sobre la moneda.

También tenemos que evitar la confusión del debate sobre las monedas locales complementarias, con una eficacia muy limitada y a veces contradictoria si no se cuenta con tablas de equivalencias realistas, porque cualquier moneda aceptable exige su vocación de universalidad en un territorio amplio.

Otra lección trata sobre la cuestión de los tiempos políticos. Aunque teóricamente la moneda complementaria podría ser en teoría útil para una transición, la velocidad de los acontecimientos posiblemente sería más rápida de lo que nos imaginamos. La puesta en marcha de una moneda paralela transgrede el artículo 128 del Tratado de Lisboa y sería vista como una agresión que podría propiciar la expulsión inmediata. De tal modo que, una medida así debería prepararse con el debido sigilo y con la necesaria agilidad antes de cualquier anuncio público.

La última conclusión es que la solución de la moneda paralela tienen su oportunidad en momentos muy circunstanciales y transiciones muy rápidas. No son suficientes por sí solas, y requieren un programa político mucho más amplio en el terreno del cuestionamiento del régimen de propiedad de los sectores estratégicos de la sociedad, de la política fiscal, de inversión y la inclusión como vector central de una auténtica política de transición energética y ecológica, que, en cualquier caso, no evitarán el conflicto al que tratan de responder, que no es otro que la reacción de las clases dominantes a renunciar a sus privilegios y su modo de vida, incompatible con el bienestar de las mayorías sociales y la sostenibilidad ecológica.

 

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