22/9/08

¿Qué va a pasar con el comercio minorista en crisis?


Conferencia Presentación del Estudio
“El sector del comercio minorista: perspectivas sociales desde el análisis económico y laboral”.


Daniel Albarracín
Gabinete Federal de Estudios FECOHT-CCOO
http://www.observatorionegociacioncolectiva.org/comunes/temp/recursos/99998/115332.pdf
8 de Julio de 2008

Presentación y objeto

Estimado director general de política comercial, estimados y estimadas colegas del sector, compañeros y compañeras, agradeciendo de antemano que hoy estén aquí quisiera poder compartir con todos y todas ustedes algunas líneas de reflexión que nacen a partir del estudio que hoy presentamos. Un estudio que sólo ha sido posible por el impulso y el compromiso que la Federación de Hostelería, Comercio y Turismo de CCOO ha imprimido, y que tiene en Domingo Alonso a un protagonista indudable. Un estudio que ha contado con la colaboración y ayuda del Ministerio de Industria, Turismo y Comercio, y que ha tenido su desarrollo y valía por un largo periodo de investigación y un proceso en el que han participado en su trabajo de campo numerosas personas y organizaciones del sector, aportando su punto de vista y conocimientos. A todos ellos muchas gracias.
Este estudio trata de devolver ese conocimiento y experiencia en forma de reflexión, de diagnóstico y de propuestas para el debate. Un sector que se muestra inquieto y está deseoso de identificar los factores que causan sus problemas, merece un esfuerzo de sus protagonistas por definir y abordar los problemas comunes que nos conciernen. En suma, este estudio es, simplemente, una puesta en común de un análisis que tendrá exclusivamente su valía si contribuye a una discusión necesaria para encontrar salidas a unos tiempos que van a ser difíciles.

La crisis del comercio

El comercio fue en los 80 y 90 una actividad refugio de muchos y muchas trabajadoras expulsadas del sector industrial en reestructuración y que pasaron a ser nuevos empleados y pequeño empresariado autónomo. En la última década el crecimiento había tapado los problemas, escondiendo y larvando las razones de la actual crisis. La aparente prosperidad generalizada no impidió en los últimos tiempos que algunas grandes compañías consiguiesen capturar y cautivar una mayor parte de los mercados en auge. Esto lo hicieron aún incluso intensificando la saturación de estos mercados –las tasas de densidad comercial[1] no han parado de crecer- sin que eso se tradujese en una sustancial mejora de la calidad del servicio (había más pero no mejor…). En cambio, sí redujo la rentabilidad por establecimiento. El pequeño comercio independiente, en este contexto se ha visto paulatinamente desplazado –sin dejar de ser la mayoría del sector-, añadiéndose al clásico factor de un cierto retraso en la modernización de sus relaciones laborales. En los años venideros, con la crisis conjunta de oferta y demanda que tenemos iniciada nos vamos a encontrar con un blindaje de las grandes y medianas superficies que esperan seguir aumentando su espacio con la desaparición, como forma de ajuste, de pequeños establecimientos comerciales, y emplear el momento para aplicar nuevas reestructuraciones. Con la crisis no todos perderán por igual, e incluso una minoría del sector de la distribución comercial podrá restaurar sus condiciones de rentabilidad, aún a costa de haber destruido tejido empresarial y comercial y, por supuesto, un volumen importante de empleo. Un momento posterior en que, sin ya tanta competencia, todo les resultará más fácil.
Ni que decir tiene que la brusca recesión recién inaugurada del sector comercio, obedece en primer lugar a una crisis de rentabilidad general, radicada en la economía internacional, si bien adopta rasgos propios por el mismo modelo económico español. Huelga decir que se agotó el periodo de refugio del capital en sectores provisionalmente rentables como la construcción y el estímulo que causaba en la demanda interna, la inversión y consiguientemente el consumo. Se observan los límites de esta extraña y pasada prosperidad, asincrónica con el ciclo europeo y extravagantemente favorable sobre los países de nuestro entorno. Y ello conduce a una crisis de demanda, agravada por la crisis de los mercados financieros y la dosificación interesada de la distribución monopolística de las materias primas y energía.
Efectivamente, la crisis del comercio minorista responde a una crisis general del modelo, pero también a una política económica, constreñida por las incertidumbres y por lo que maniata sesgadamente el modelo europeo, y por un modelo de empleo y producción basado en la precariedad y la racionalización de costes, que están desinflando el consumo. Para enfrentar la crisis es conveniente identificar no sólo los factores y relaciones que la causan sino también los actores responsables de que no se le ponga solución.
El sector de comercio ha gozado en los últimos años de una importante creación de empleo pero bajo un modelo de precariedad fundado en los bajos salarios, jornadas y calendarios irregulares y extensos, y una pobrísima motivación que deteriora, en suma, la calidad del servicio, al menos en comparación con los precios en vigor.
Como hemos señalado, la situación actual nos ofrece un sector con una productividad con un crecimiento cada vez más lento, una densidad comercial alta, especialmente mal distribuida, producto de una dinámica obsesiva por concentrar el mercado en pocas manos. Esto se ha llevado a cabo mediante fusiones y adquisiciones de lo ya existente y no por inversiones que mejoren o amplíen el sector, que ya ha sido puesto en riesgo para los años próximos.
Se ha optado por acaparar el mercado, y no por la especialización y desarrollo de una distribución más moderna, especializada y cercana al cliente.


Precios

En el estudio hemos comprobado, aún sin ser un objeto central de nuestro análisis, una preocupación por los precios, y la insistente práctica de echar balones fuera. El sector de comercio está preocupado por hacer ver y prestigiar su importante aportación a la economía que justifique los precios existentes: transporte, logística, procesamiento y preparación de las mercancías, asistencia al cliente, provisión de servicios complementarios, etc…. Claro está que el sector de distribución minorista aporta un indudable valor, pero también es cierto que en parte el alza de los precios obedece a comportamientos oligopolísticos de poder de mercado, que trasladan la presión a productores directos, trabajadores, pequeño comercio y consumidores, a favor de algunas grandes compañías distribuidoras.
La cadena de valor encadena de manera distinta a diferentes segmentos y grupos económicos y laborales del proceso. Cada fase de la cadena aporta su valor al proceso, si bien la apropiación de los resultados generados es totalmente desigual y con una falta de correspondencia con el valor proporcionado realmente por cada cual. Mucha gente habla de especulación. Quizá este término manejado de forma coloquial no sea del todo preciso, pues parece que muchos se refieren a la carrera de compra-venta en la que, los mercados, si fuesen realmente libres (del pie visible de algunas corporaciones privadas) no dejarían lugar a su existencia. Pero si entendemos como especulación al abuso del poder de mercado se explican muchos procesos que tienen que ver con la escalada de los precios.

Veamos dos tendencias explicativas: por un lado, la interesada distribución dosificada de algunas materias primas fundamentales (petróleo o alimentos, entre otras) por parte de algunas grandes multinacionales, y control de algunos procesos decisivos de elaboración primaria e intermedia; por otro, la capacidad de presión en la cadena del valor del capital financiero –que controla los flujos financieros de bonos, acciones y crédito y sistemas de pago- sobre toda la cadena, del comercial –que controla los mercados finales- y puede imponer condiciones sobre el industrial y del capital industrial sobre el de materias primas; o visto de otro modo, de las empresas financieras sobre las que dominan los mercados finales –las grandes distribuidoras- y de éstas sobre los proveedores y productores directos.
Asimismo, nos encontramos con una creciente presencia de un nuevo fenómeno que algunos autores han venido a llamar financiarización, que no sólo está originado por unos mercados financieros tan exuberantes como volátiles, que ya ocasionan estragos en la economía real, sino también por un comportamiento oportunista de ciertos inversores y accionistas sin vocación sectorial, que sólo permanecen en el sector para obtener rendimientos rápidos, y que pueden causar adelgazamientos y vaciamientos irresponsables de los activos empresariales –desinversión rentable- o además propiciar unas estrategias empresariales sin perspectiva ni de largo ni de medio plazo.
Consideramos, por otro lado, erróneo el enfoque dado centrándolo todo en la disputa entre grandes y pequeños, a pesar de que se puedan tratar características diferenciadas para ambos, con sus virtudes y defectos correspondientes. De cara a la iniciativa y toma de decisiones parece cobrar más importancia hablar de la estructura del capital y la empresa red, y de cara a la competencia parece que el instrumento principal lo constituyen los formatos comerciales.

Condiciones laborales

Contextualizado así el sector observamos algunos factores que influyen y explican, en buena parte, los rasgos sociolaborales del sector de comercio minorista. Un sector de emplea al 8,2% de la población asalariada de este país (más de 1,3 millones de personas en 2007, hasta ahora en una tendencia creciente) y el 4,4% del PIBpm (en una tendencia contraria).
Como hemos visto en el estudio se trata de un sector cuyo perfil dominante de trabajadores es el de mujeres jóvenes (casi el 69% son mujeres en el sector, en 2007) y un porcentaje creciente del colectivo inmigrante (10,2% del sector, 2006), que coinciden con el segmento más vulnerable, en una actividad caracterizada por los bajos salarios (14.500 euros de salario bruto anual de media (2006)), el coste laboral anual es de 19.049,81 euros (2006)), mucho empleo a tiempo parcial (22%), generalmente no voluntario, –el 87% del empleo a tiempo parcial es femenino, además el 72% de los temporales son mujeres-, y con casi nulas expectativas de promoción o reconocimiento profesional que hace poco atractivo el arraigo en el sector.
Se trata además de una actividad en la que las jornadas irregulares tienen importancia, y en el que urge regular su distribución anual incluyendo el conocimiento anticipado de la misma.

¿Hacia dónde la salida?. Pues nosotros creemos que se acabó el tiempo de culpabilizar a los salarios, y de señalar directamente que hay que preguntarse sobre el uso del excedente originado en todos estos años, para que tenga un mejor destino.
Creemos que el ajuste y presión soportados contra proveedores y productores directos debe acabarse, atribuyendo a cada actor de la cadena del valor su reconocimiento. Creemos que en toda esta carrera la externalización y subcontratación amenaza con quebrar marcos coherentes de negociación colectiva habituales, y que frente a las supuestas ventajas de abaratamiento que puedan causar, lo que están generando son mayores incertidumbres y degradación del servicio.
¿Y es acaso una solución la ampliación de los Horarios Comerciales, tal y como ha venido a implantarse en la Comunidad de Madrid?. Pues según nuestra investigación, no es así. Sólo representa una salida para algunas redes empresariales con posición dominante caracterizadas por formatos de gran o grandísima superficie y ubicación en las periferias urbanas, tales como los parques comerciales, grandes establecimientos especializados e hipermercados. Efectivamente estas compañías pueden salir ganando con la liberalización de los horarios y calendarios comerciales, porque pueden capturar mercado a otros formatos, y pueden hasta crear empleo. Pero hay razones que desaconsejan para el interés general esta salida tales como:
1) El empleo que puedan crear no compensa el que pierden, o dejan de crear, el resto de formatos. Se podrá conocer el empleo creado por la ampliación de horarios, pero seguramente tratarán de ignorar el empleo perdido en otros segmentos empresariales que cerrarían.
2) Al ser formatos más intensivos en capital que en mano de obra crean menos empleo que el potencial, en un modelo de servicio en general más despersonalizado y de periferia.
3) Más horas o días de apertura no se traducen en un mayor incremento del consumo, o muy marginal, aunque sí tiene efectos en la redistribución de los momentos de compra por parte de algunos grupos de consumidores. Algunos compradores lo harán menos en lunes y sábado y lo harán en mayor medida en domingos y festivos, y apenas nadie lo haría en horarios nocturnos, para consumir si acaso cosas superfluas, o perniciosas, como el alcohol y el tabaco.
4) El leve incremento de los ingresos, que sólo se concentrará en una parte muy reducida del sector, no compensa la elevación de los costes que ello causa, que son mucho mayores: costes laborales, energéticos, de seguridad (hay más riesgo de delitos en horarios nocturno, por ejemplo), etcétera. Unos costes difícilmente asumibles por formatos y pequeñas empresas con menos poder de mercado.
5) Costes que, por otra parte, se trasladan al consumidor final, compre o no en horas, digámoslo así, de “conveniencia”.
6) Además, la inmensa mayoría de los consumidores, como ya comprobó el CIS en una rigurosa encuesta en 2004, está satisfecha con los horarios existentes, y no estiman necesaria una ampliación.
7) Por otro lado, la ampliación de horarios empuja a un incremento de las horas extras, la existencia de tiempo de trabajo irregular, y una estructura de turnos pudiendo incluir el nocturno, con la consiguiente pérdida de calidad en las condiciones de trabajo y de salud laboral, aparte de dificultar la conciliación de la vida laboral, familiar y personal.
8) Ocasionará un descenso de la productividad global del sector, pues con más horas de apertura no tendríamos un incremento proporcional del negocio, ni de lejos.
9) El tiempo libre de los y las trabajadoras del sector deteriorará su calidad y esto parece que a algunos no le importa.
En este contexto de deterioro queremos hacer valer las últimas sentencias que tratan sobre el descanso semanal, para tratar de corregir la tendencia. En efecto, FECOHT-CCOO apuesta por los dos días de descanso, condición mínima para la conciliación de la vida laboral y familiar. Caben diferentes fórmulas que podrían poner en práctica la medida en consonancia con el Estatuto de los Trabajadores:
a) Planteando dos días de descanso, un domingo y otro día rotativo, que supondría que cada cinco semanas los días de libranza serían de seguido sábado, domingo y lunes, si bien eso conlleva una ampliación de jornada diaria.
b) O bien, en el marco de 14 días, un domingo la primera semana y la siguiente dos días, siendo uno de ellos sábado.
Asimismo una posible solución concreta para brindar un servicio ampliado y conciliarlo con la habilitación de dos días mínimos de descanso para todos sería incrementar la contratación voluntaria los fines de semana, con alguna fórmula semejante a un contrato a tiempo parcial semanal de tres días (viernes, sábado y domingo) con salario equivalente al ordinario.

Directiva de Servicios

Otra cuestión, ahora mismo en marcha, que nos preocupa, es cómo se está trasponiendo la directiva de servicios de mercado interior. La primera versión de aquella tuvo que ser duramente contestada por los sindicatos europeos y gracias a ello se modificó su núcleo más agresivo. La versión final, no obstante, nos deja con algunas preocupaciones como pueden ser:
· La limitación del sector público tanto como oferente de servicios, y actor de compensación y redistribución de bienes colectivos.
· La limitación también del sector público como regulador del mercado, y como corrector de algunos posibles excesos que se producen en la competencia de la economía privada.
· En particular, en cuanto a nuestro sector, pero también en otros, nos preocupa que el principio país de origen permanezca en lo que concierne al colectivo de autónomos, pudiendo así prestar servicios autónomos extranjeros jugando con la normativa de su país de origen, con el riesgo de que esto deteriore las condiciones de ingresos del sector, así como la presión a que una parte del colectivo asalariado, especialmente extranjeros comunitarios, tenga que aceptar contratos mercantiles y, así, peores condiciones de trabajo y derechos sociales.
En nuestra opinión el único resquicio que queda para dar contenido a una mínima regulación con contenidos es desarrollar y concretar, al menos, las “razones imperiosa de interés general” que representan el diseño urbano y la sostenibilidad medioambiental. En efecto, el comercio es un servicio a la ciudadanía y es uno de los elementos que da cuerpo a la ciudad afectando a la calidad y proximidad de sus servicios, como un equipamiento más. La ubicación y tipología del comercio influye en la movilidad, en la accesibilidad a bienes básicos, en la oferta diversa de servicios. La presencia equilibrada de formatos en todo el territorio debiera ser una responsabilidad pública. Además, el modelo comercial debe satisfacer los exigentes requisitos de una sociedad que se enfrenta al cambio climático, si no se remedia, y debe asumir una responsabilidad con los productores directos y su modelo de producción, un modelo de salubridad e higiene, una información comprensible para el ejercicio de un consumo responsable, un modelo de envasado y embalajes sostenible y no fundamentado en el usar y tirar, un modelo de distribución que no genere residuos que no sean reaprovechables y que sea consciente de los costes energéticos del proceso.

En nuestra opinión, el futuro de la regeneración de ciudades sostenibles pasa por la apuesta de centros comerciales abiertos, gestionados por profesionales –por gestores capacitados al efecto-, bien articulados en la ciudad y desarrollados con el acuerdo y compromiso mutuo de asociaciones empresariales, poderes municipales y sindicatos, que extiendan el comercio de proximidad. Los centros comerciales abiertos constituyen una oportunidad de revitalización urbana, pero para ello el empresariado debe ceder algunas prerrogativas particulares para que sea posible una gestión común, que aproveche las economías de escala de compartir algunos recursos y opte por soluciones eficientes de carácter colectivo, lo que implica adoptar una actitud proclive al asociacionismo y al interés sectorial.

Apuesta de futuro

Lo que proponemos con este análisis es que no contemplemos la crisis como algo ajeno o ante lo cual sólo podemos adaptarnos de manera convencional, donde los de siempre salen perdiendo, y a río revuelto ganancia de pescadores. Planteamos a administraciones públicas y empresariado que asuman su responsabilidad ante la crisis, mediante:

Ø Una regulación responsable que garantice una presencia equilibrada de formatos.
Ø Medidas que delimiten la responsabilidad del accionariado en tanto que empleadores, y que protejan la viabilidad económica duradera de las empresas.
Ø Una legislación de comercio que extienda el respeto y la interrelación del comercio con un diseño urbano socialmente sostenible por alcanzar, así como una industria de la distribución comprometida con la sostenibilidad medioambiental.
Ø Invitar a una inversión en calidad del servicio y de la profesionalidad: apostar por incrementar la productividad por la vía de la calidad y no por la flexibilidad externa. Avanzar en el reconocimiento, promoción, estabilidad y una remuneración más dignas.
Ø Destinar el excedente a dar atención al cliente y consolidar las plantillas, así como a la cualificación y promoción generalizada de las competencias profesionales y de su reconocimiento.
Ø Promover la productividad no mediante la destrucción de empleo y la racionalización de costes, sino tratando de movilizar la cualificación y la mejora de los servicios, mediante fórmulas como la venta asistida, el trato auténticamente personalizado, y los servicios complementarios (transporte a domicilio, servicios post-venta, etcétera).

Asimismo, creemos que nos toca a los actores del propio sector contribuir a estas definiciones así como estructurar una negociación colectiva más coherente y eficaz.
En fin, estas y otras cuestiones son sobre las que os invitamos a pensar y dialogar. Aquí lo dejo yo, y espero las siguientes intervenciones y posteriormente las del público para poder intercambiar impresiones y comentarios a éste respecto.
Muchas gracias.
[1] 40,41 ocupados por cada mil habitantes en 2004

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